La miel tiene un periodo de caducidad increíblemente largo. La miel tiene un alto nivel de azúcar y es uno de los alimentos naturales más duraderos que existen.
Puede mantenerse casi eternamente si se almacena adecuadamente.
Los productores de miel normalmente ponen dos años en la etiqueta. Esto se hace por razones funcionales, porque cada miel varía mucho.
En todo caso, sí señalan que la miel puede durar años e incluso siglos. En realidad, la caducidad de la miel depende de cómo se fabrique, es decir, si está pasteurizada o es natural, cómo se envasa, como se conserva, etc.
Pueden producirse algunas alteraciones químicas naturales, por lo que puede oscurecerse o cristalizar y también perder algo de su sabor y aroma con el paso del tiempo, pero es improbable que se estropee.
No os sorprendáis si vuestra miel se vuelve espesa mientras se almacena. Se llama cristalización. No es perjudicial ni es una señal de que se esté estropeando. La miel natural con una mayor cantidad de polen cristalizará más rápidamente que la mayoría de las mieles producidas comercialmente.
El tiempo muy frío también causa cristales. La miel cristalizada es una de las varias formas producidas deliberadamente por muchos apicultores, porque a veces puede ser preferible.
Si la miel está cristalizada, es sencillo volver a hacerla líquida. Basta con poner el tarro de miel al baño maría y removerla mientras se calienta.
No dejes que se caliente en exceso, porque ese calor puede alterar el sabor y el color si el azúcar se empieza a caramelizar. Tampoco hay que usar microondas, porque puede calentarla demasiado rápido.
Si no puede usarse una cocina, también puede usarse un cubo de agua caliente.
Aunque tarde tiempo en volver a su estado líquido y tengas que cambiar el agua caliente si se enfría.